Los Incas, al ser una cultura heliocéntrica, la que se encarga de la adoración y ritualización del SOL en las prácticas de su vida cotidiana, , era una población que siempre miraba al cielo, buscando cualquier tipo de mensaje o señal que su Dios más importante pudiera darles.
Pero nada de esto es posible si no se cuenta con un elemento esencial para llegar a esta tarea: Las montañas, esos testigos silenciosos que a través de los siglos han visto el auge y la caída de muchas civilizaciones, y es que en las montañas es donde todo surge todo comienza; las montañas son de verdad focos de vida, controlando cada aspecto de la fertilidad que la habitan.
Además de los cerros, los lugares con altura considerable también juegan un papel importante en los rituales incas; es el caso del Intihuatana, el que tenía la función de conectar el inframundo con el hecho celestial, a través de una serie de ceremoniales que siempre involucraban la observación del cielo, en un momento específico y bajo cañones específicos.
El Intihuatana es llamado ( El que ata al Sol) es una forma de decir que tenía el control sobre la estrella más grande de nuestra vía láctea, haciendo que por un momento el Sol quedara atrapado en esa construcción, augurando muchas cosas como la cosecha, la muerte de un personaje importante, entre otras cosas.
¿Por qué era importante la observación del cielo? Primero la inmensidad del mundo y después del universo, es algo que nos ha preocupado desde nuestros antepasados en África, era útil para los navegantes que siguiendo su rumbos podían saber donde estaban y así seguir con su viaje.
Luego el cielo, el sol y las estrellas fueron parte fundamental de la vida de los seres humanos por más de 2 siglos, siendo el momento cumbre en la civilización occidental, la llamada estrella de Belén, esa estrella que guió a los Sabios en la búsqueda de quien luego sería conocido como Jesucristo.
Pero hablando del ámbito local en general, los incas tenían estas estrellas no sólo en lo que respecta a su espacio y tiempo, sino también como parte de su panteón de culto cotidiano. El cielo en la noche se convertía en un lienzo, donde las estrellas y la luna formaban el cuadro perfecto para la observación y el desarrollo de las predicciones y profecías que estos astros dictaban.
Durante el día el Sol era quien dirigía casi todos los aspectos de la vida de los Incas, desde que salía el sol era un momento especial ya que era el inicio de un nuevo nacimiento, y una posibilidad más de hacer las cosas de manera correcta, en cambio el atardecer era tomado como el momento donde había una lucha entre el bien y el mal, esta batalla se daba todos los días, siendo un momento épico en la vida de los Incas.
Los incas eran conscientes de que el mundo en el que vivían tenía un principio en el orden cósmico, orden que comenzaba con un caos nebuloso para dar paso a un orden celestial que estaba formado por las constelaciones y todo lo que el cielo nos muestra.
El Wawawara Hawira nombre dado a la Vía Láctea, determinó de manera precisa y clara cual sería el movimiento de las estrellas el Sol y la Luna, entendiendo esto como una división del cielo, invierno y verano siguiendo siempre la dualidad que caracterizaba a los Incas.
Con la observación de los cuerpos celestes nació el calendario de la agricultura andina, uno de los más importantes en este lado del mundo, el que determinaba una serie de actividades como la cosecha la siembra y el momento adecuado para presentar las ofrendas para comenzar con las actividades agrícolas.
El caso del calendario costeño era diferente porque las condiciones climáticas requerían otro tipo de rituales y prácticas que se vinculaban con el cosmos, comenzando por el culto a la lluvia (Illapa) y a los truenos propiciadores de buenas cosechas que garantizarían el éxito entre quienes predecían estos eventos.
Así la observación de los astros era más que una simple mirada al cielo, era un ritual pero no todos eran conscientes de ello, ya que la precisión con la que trataban los cuerpos celestes era con mucho cuidado, pues esta observación determinaba categóricamente toda la temporada de cosecha y siembra, siendo cuidadosos con el más mínimo detalle, asegurando una buena producción en adelante.
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